En esta escultura oficial del Imperio Antiguo, el faraón aparece sentado, vestido con el característico taparrabos que nos permite apreciar el torso desnudo de idealizada anatomía y luciendo en el mentón su falsa barba y en su cabeza el tocado requerido por su cargo, con el ureus (cobra hembra en posición de aterrorizar al enemigo).
Estatua de Kefrén |
Se trata de una escultura frontal, con simetría bilateral. La frente en alto, la mirada dirigida hacia el infinito y la rigidez de su postura, donde las manos apoyadas en las rodillas repiten el ángulo recto de las piernas, así como la geometrización que atenúa el naturalismo del tratamiento, le confieren solemnidad y transmiten poder.
El monolitismo del conjunto (que no deja espacios entre el cuerpo y los brazos ni entre el trono y el cuerpo) y el material refuerzan la sensación de eternidad.
Pese a que estas características se repiten en otras esculturas oficiales, hay quienes consideran a estas estatuas como retratos, dada la variedad de rostros hallados y la necesidad de que el ka del faraón difunto reconociera por el rostro el lugar donde debía alojarse.
Estatua de Kefrén |