En Egipto el templo era considerado la residencia de los inmortales y por ello tenía que ser indestructible; era el castillo del dios. Las primeras construcciones que eran semejantes a las casas de los hombres (cabañas son soportes de madera y tabiques vegetales) fueron rápidamente sustituidas por construcciones en piedra que aspiraban a ser eternas.
El núcleo del templo era una pequeña capilla, en forma cuadrada o rectangular, donde se guardaba la imagen de la divinidad; era la parte más sagrada del templo. En esta sala o en otra cerca se hallaba la barca, que era el medio de transporte habitual en Egipto, sobre la que se exhibía la estatua de la divinidad en las procesiones y rituales.
Alrededor de este núcleo se encontraban pequeñas capillas destinadas al culto de los dioses locales o dedicadas a la protección de los dioses exteriores que visitaban el templo en sus procesiones. Otras salas del templo contenían objetos para el culto religioso como joyas, vestidos y telas.
El culto constaba de tres atos distintos:
- las ceremonias preliminares,
- el despertar y atavío del dios, y
- la comida de éste.
El faraón, luego de purificarse y alejar con el fuego y el incienso las malignas influencias, rompía el sello pegado en los batientes de la puerta de la capilla del tabernáculo y se postraba delante de la imagen divina para entonar los himnos de alabanza.
Luego de eso, la estatua era limpiada de los unguentos del día anterior, se la vestía y se la adornaba con los atributos divinos. Posteriormente le eran servidos los alimentos.
Luego de eso, la estatua era limpiada de los unguentos del día anterior, se la vestía y se la adornaba con los atributos divinos. Posteriormente le eran servidos los alimentos.